Un inmigrante subsahariano llegado a España en diciembre de 2006./ REUTERS"Están muy caros los alimentos", "ya no hay quien llene el depósito de gasolina", "y aún queda lo peor", "la crisis se veía venir"... Estas quejas las oímos por aquí. En África no suele escucharse nada parecido.
Una patera con 33 supervivientes, cuatro de ellos en graves condiciones de salud, ha llegado a tierras almerienses la pasada madrugada. Nueve bebés y seis adultos han fallecido en el intento de buscar una oportunidad, una vida digna. Y es que enmarcarse en un viaje así conlleva la compra de un billete de ida que no asegura a nadie la llegada.
No es sólo una dolorosa tarea para los voluntarios de la Cruz Roja. No es sólo una noticia de sobremesa que entristece a los telespectadores/lectores/oyentes. Es un aviso, el aviso de la injusticia mundial, por muy complicada que resulte la estricta definición de "justicia".
Pero sigamos convencidos de que en Europa no hay más trabajo para inmigrantes, que está el cupo lleno, que la crisis económica en la que nos vemos sumergidos en la actualidad no nos permite hacernos cargo de todo el que quiera venir... La pobreza a todo el mundo parece sobrecogerle, pero seamos conscientes: ¿acaso podría existir la riqueza sin una pobreza que la sustente?
Las quemaduras, la deshidratación, el desabastecimiento... Eso sí es para quejarse.
Noticias que hacen referencia el tema:
- "Jamás habíamos encontrado una tragedia así" (elpais.com)
- Dramático rescate en Almería (cuatro.com)
- Cuatro de los inmigrantes permanecen hospitalizados en estado muy grave (diariodecadiz.es)
